Un papel muy relevante en la economía de cualquier nación desempeñan las inversiones extranjeras. Se entiende por inversiones a todo tipo de activos o bienes; esta definición se complementa con un listado no exhaustivo que incluye derechos de propiedad, bienes muebles e inmuebles, y otros derechos reales (como la hipoteca, el usufructo, la servidumbre o las prendas), participación en sociedades, y derechos en empresas (títulos, acciones, cuotas sociales, obligaciones comerciales), así como créditos, y cualesquiera otras prestaciones que posean un valor económico estrechamente relacionado con la inversión.
En Nicaragua, los recursos naturales constituyen lo más valioso y atractivo para la inversión. Cuando hay crisis en el capital de una nación, la inversión sirve como un método de apoyo. En términos estrictos, la inversión implica un desembolso destinado a la adquisición de bienes que no están destinados al consumo final, refiriéndose a bienes de capital que son utilizados para generar otros bienes.
Claves de la inversión
En un sentido más amplio, la inversión representa el flujo de dinero dirigido a la creación o el mantenimiento de bienes de capital, así como la ejecución de proyectos que se consideran rentables. Tras la segunda guerra mundial, los países latinoamericanos mantuvieron una postura negativa respecto a las inversiones extranjeras. Atraídos por un espíritu de nacionalismo económico, consideraron estas inversiones como una manera en que el trabajo local beneficiaría a los capitalistas internacionales, incrementando a su vez la dependencia de los centros financieros dominantes.
En la actualidad, luego de una larga experiencia, esta postura ha cambiado casi por completo; el capital extranjero es ahora visto como una generadora de empleo que impulsa el proceso productivo. Se busca, además, frenar la exportación de capitales que realizan los nacionales del país, priorizando la repatriación de los activos que abandonaron durante el periodo de intensa inestabilidad política y de intervencionismo gubernamental que culminó en la década de los ochenta. La globalización es la tendencia predominante al final de este siglo, y está marcada por un enfoque unificado basado en dos conceptos: mercado y neoliberalismo; es decir, la integración de los mercados globales mediante la liberalización y la desregulación, con el objetivo de facilitar el flujo continuo de capitales.
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